
“… La visión cosmogónica (1) (N.del E.: más que nunca, sigan el link y lean aunque sea los dos primeros párrafos. No se puede creer.) del hombre para los que siguen los consejos del Maestro Adoniesis está puesta en un punto del más allá que es definido, lejano, intergaláctico. Seres de otros planetas, de otro sistema solar, de otra galaxia vienen a la tierra a explicarnos cómo debemos hacer para transformarnos.
La evolución hacia un ser superior se trata de transformaciones.
Las religiones, por el contrario, tienen el denominador común de poner el énfasis en un otro mundo espiritual, cercano, Dios, si bien es universal tiene su sede en este planeta (o en sus cielos). Nos pertenece tanto como nosotros pertenecemos a él. La transformación es simbólica, interna, espiritual. Sólo Dios la reconoce.
La evolución hacia un ser superior siempre se trata de transformaciones.
Ni una cosa ni la otra.
No somos entes que estemos invitados por mensajeros de otros planetas a unirnos a la energía cósmica. No somos almas creadas a imagen y semejanza de un Dios invisible al que deberíamos fundirnos.
(...)
Las construcciones desarrolladas por el Arq. Francisco Salamone me permiten sustraerme de esas dos interpretaciones extremas que mencioné hace un rato. En efecto, la obra salamónica es la manifestación intrínseca y no intencionada de un Pragnanismo tan básico y elemental como potente y sublime. Salamone no tenía conciencia de lo que estaba logrando por medio de su obra porque no tenía inculcado el concepto de la Metamorfosis Pragnánima. Su conocimiento parece ser asombrosamente innato. Aún en su desconocimiento pudo conseguir la esencia más pura del pragananismo, porque es tangible y a la vez monumental y desproporcionada. Es el resultado empírico de un trabajo del subconsciente. El mensaje es que el hombre es el ser dominante, el creador sobre esta tierra. La Metamorfosis es: las manos férreas del ángel, la espada colosal, su mirada indefinida…”.

(1) Extraído de: LA JORNADA. Por un periodismo objetivo y pluralista.